Sunday, May 25, 2014

Mi primer relato: El diablo
 (borrador)
Isadora Montelongo 


Luego de quejarme  “un poco”  de la nueva casa, una casa metida en el bosque, donde no podría hacer ningún amigo, alejada de la wifi y las computadoras, mamá se cansó  tanto de mis reproches y quejidos, que me mandó a explorar los alrededores de la casa, mientras ella bajaba las cajas que traía en la camioneta.
¾Anda, juega, que te hace un poco de falta.
La casa estaba metida en la nada, en un campo muy alejado de un pueblo muy alejado, llena de ruidos de grillos, aves, y tonalidades diferentes de verdes, que me daban alergia. Mi madre había estado complicándose con el trabajo y decidió que nos fuéramos a vivir lejos de la civilización. Papá no opuso resistencia, él ya tenía tiempo de no hacer nada.
No había nada que llamara mi atención, nada que pudiera hacer. Si corría, me cansaba; si olía, estornudaba; si tocaba las ramas, los troncos de los árboles, me raspaba las manos. Nada encontré hasta que escuché un sonido entre los árboles que daban a unos metros justo enfrente del porche de la casa, era el sonido de un chiflido que entonaba una canción que no sabría definir, un sonido ameno que me llamaba.
Caminé a tientas, escuchando las ramas de los árboles romperse debajo de mis zapatos, el canto de las aves se paralizó y el chiflido que yo quería capturar, encontrar la imagen de quien lo producía,  me hizo alejarme más allá de la vista de mis padres.
El bosque me tragó entre sus luces y sombras, entre las cortinas de ruidos y olores que me hicieron admirar, por primera vez, la soledad, aquella soledad que yo no conocía porque siempre estaba conectada a facebook, a twitter, en los mensajes de mis amigas que me habían dejado de textear. Recordé que ninguna fue a despedirse por estar conectadas en casa, recordé que ni si quiera salíamos a jugar o correr, sólo a chatear en nuestros teléfonos, recordé que ni siquiera nos mirábamos más.
Una mirada, el sentir una mirada era lo que me hacía falta. Qué extraña era la sensación de sentir que entre los árboles había alguien que dejó de silbar para concentrarse en verme. La mirada de color amarillo, con fuego y un olor a aretes oxidados, un chivo, un macho cabrío, parado sobre una piedra, me calvó los ojos brillantes, me miró con profundidad, con la que sentí una pesadez, el cuerpo me pesó tanto que me temblaron las piernas y él con sus cuatro patas sobre la piedra, y sus enormes cuernos, me chifló.
Yo salí disparada a la casa, corrí como no había corrido desde que tuve celular, ipad y computadora. Corrí  hasta que encontré a mi mamá y le dije:
¾ ¡He visto al demonio!
¾ ¿Tú?, no me extraña…
Mamá me dejó en silencio, con el corazón agitado, con las piernas temblando y las manos calientes, quería textear, postear en facebook lo que me había pasado, pero no pude, porque nada de eso serviría, porque nada de eso lo creerían mis amigas, porque nada de eso, me haría sentir como me sentí aquella primera tarde en la casa nueva en un terreno del bosque, alejada de un pueblo lejano.

Así que escribí, como me dijo mi padre, lo que fue por primera vez, lo que pasó aquella tarde: El diablo.
1. Tengo poco tiempo para la escritura, pocas horas de sueño y escribir. Pero me gusta arrojarme, por más jodida que me encuentre entre el cansancio, la devastación de fuerzas, en esa avalancha espiritual y a veces, mecánica, que es la escritura, me arrojo, sólo me arrojo.
2. ¿Cómo escribo? Empezaré por dar el marco de referencia físico, me acuesto a veces sobre la cama con la computadora entre las piernas y el vientre, pienso, pienso mucho y siento a una velocidad que me agota. Usualmente a veces sólo me siento a escribir cuentos borrador, que luego van dando una idea de lo que quiero, soy como Vargas Llosa con su método caótico de borradores. Escribo sobre borradores para luego sentarme, porque sentada corrijo, acostada no puedo. Me siento y reflexiono, corrijo, investigo y comienza una aventura grande sobre lo que será una novela o un cuento con todas sus iniciales y mayúsculas. Un Mr. Cuento.
3. El marco de referencia emocional, cuando estoy muy molesta corro o escribo, cuando estoy contenta muy muy contenta, cuando todo me parece que necesita rehacerse, cuando el mundo ya no es mundo y quiero hacer otro, escribo, cuando estoy triste, no puedo escribir, pero corrijo.
4. Corregir me causa pereza, no me gusta corregir, es un reto mayúsculo al que siempre le saco la vuelta. Un  gigante al que no puedo cambiarle de prendas para que quede limpio. A veces me anulo y dejo pasar años sin corregir un cuento, hasta que ya hace un libro  con otros cuentos y  me impacta y quiero que salga al mundo. Limpio, bello y sensual.
5. Luego si sale, me resisto a promover, y es que como aún sigo con una rutina laboral que me absorbe, aún no puedo vivir como "escritor" Escribir/leer/corregir/reflexionar/investigar/analizar/promover/humanizarme. que requiere un escritor, es por eso que yo no me auto-nombro escritora, sino narradora, porque no abarco ni todos los géneros, ni todos los subgéneros, ni los congresos, ni nada.
6. Estoy sin fuerzas, hoy por la mañana me levanté a escribir y me encogí en el cansancio. En los adjetivos de otros, en todas las problemáticas emocionales, de falta de tiempo.
7. Pero escribir, siempre me ha llevado a flote, tanto como el cariño de los míos.
8. Escribir, para mí, debe leerse fácil/sencillo (sin desmerecer en importancia) para los demás, para que sea escribir, ese escribir donde dejas el cuerpo, el alma, el espíritu.