Friday, April 20, 2012

Lucrecia
(borrador)
Isadora Montelongo

No me gusta ese ruido duro de madrugada. Tengo insomnio. Mis ojos permanecen sellados en la oscuridad, con el iris abierto. Lucrecia duerme como un monstruo. Tiene un motor de motocicleta dentro de su garganta. El pecho le tiembla cuando respira. Muevo mi brazo fuera de la sábana que nos cubre y pongo dos de mis dedos sobre su pecho. El mundo tiembla. Quiero ser un habitante dentro de ella. Caminar en dos piernas y sumergirme hasta sus adentros. El aire que sale de su nariz es tibio y seco como el aparado de calefacción. Endurece las piernas. Agito las rodillas y emprendo el viaje. La boca de Lucrecia es suave como el pasto muerto acumulado en el jardín de casa. Tiene las encías grandes como cortinas de una casa vieja. Siento sus labios latir. Su boca se mueve al sentir mis pasos. Quiero ver las muelas de Lucrecia. La vida le ha dado varias mordidas que habitan en sus dientes. Aprieto el paso. Lucrecia está a punto de tragarme, sus mejillas danzan una melodía suave. Me empujan hasta su cuello de terrible mármol. Me resbalo rápido hasta en medio de sus dos pechos. Estoy acogido. No puedo respirar. Los senos de Lucrecia me pasman. Tengo que enterrarme en medio de ellos y dejarme amar por la construcción que forman. El corazón de Lucrecia se hace un rugido. Toca una canción feroz. Quiero escuchar. Tocar las paredes de sus senos con la retina de la yema de los dedos. Lucrecia duerme profundamente. Avanzo y empiezo un nuevo andar. El camino es largo y caluroso, lo compensa su ombligo que ha dejado agua fresca como la de una fuente en medio de la plaza. Me alimento de la gota marina que se mezcla de su sudor. Lucrecia se estremece hacia un lado de la cama y yo caigo hasta su vertical. Estoy donde Lucrecia comienza. Estoy donde Lucrecia se parte. Camino adentro de sus aires. Busco despertarla para que yo deje de odiar este insomnio en el que me tiene cuando duerme y no me ve más. Me adentro en sus tierras que duermen. Entierro las piernas. Y dejo que ella sienta. Ella ahora es ella. Ahora yo duermo cuando ella despierta. Lucrecia abre los ojos y yo cierro los gemidos dentro de ella. Ella abre las piernas. Yo cierro los ojos en la oscuridad. Entonces doy la vuelta al mundo de Lucrecia.
Buenos días, le digo cuando amanece. Y duermo por fin dentro de Lucrecia