Monday, April 02, 2012

1. Me he dado cuenta que me pongo más nerviosa cuando empiezo a escribir una novela, que cuando estoy frente a un chico que se desnuda frente a mí.
2. Dejo La galaxia. No había escrito cuento en un largo mes.
3. Hoy leeré algo, a ver qué me encuentro en la casa. me dan ganas de acostarme en el  piso con mucho refresco de cola y Bukowski.
4. Espero mejorar pronto mi escritura, a veces olvido cómo escribir.
5. Mañana comienzo nuevo semestre en la Normal, espero tenga tiempo de comer.
La galaxia
(borrador)

Isadora Montelongo


Algunas cervezas y un par de pastillas para dormir fue lo primero que me pidió Andy. Colgó el teléfono antes que yo pudiera preguntarle cómo iban las cosas. Cuando llegué a su casa, los botes de basura estaban repletos de gatos y las bolsas se desparramaban más de lo habitual. La puerta de la entrada estaba cerrada y la puerta del patio estaba rota. Algo había pasado desde que dejé de ir a su casa tras la psicosis que le daba por mirar a las cosas más pequeñas por toda la casa. Una vez dejó de hacerme el amor por ver cómo volaba una pelusa de polvo por toda la habitación.

─ Las cosas más pequeñas, tienen las respuestas más grandes.

─ ¡Andy! ¿Crees que voy a seguir desnuda y caliente hasta que termines de perseguir esa maldita pelusa?

Andy sólo me ignoró, recorrió toda la habitación admirando la pelusa de polvo con su pene flácido y escurriendo la humedad que había encontrado entre mis piernas. Yo, simplemente no podía creer que un hombre que había tenido un empleo grandioso y una cuenta de inversiones en el banco, un día llegó a decirme que el mundo estaba equivocado y que no iría nunca más al trabajo.

─ ¿Eres un gran idiota o qué?, ─fue lo único que le pregunté antes que me tratara de investigar todas las pequeñeces que él decía que yo tenía en la cara.

─ Hay un mundo en tu rostro, Ana. Tienes que verlo. ─Yo lo empujé antes que tratara de acercarse con una lupa gigante que había comprado en un supermercado. Jamás volví a su casa. Un chico pirado, para qué me servía.

Entré por el patio de atrás y cuando terminé de caminar el pasillo, ahí estaba él: en calzoncillos, dentro de una alberca de niños, repleta de agua, mirando al cielo con un telescopio de mano.

─ ¿Andy?, ─me quedé parada frente a él. Andy sólo me hizo una señal de quitarme frente a él con su mano.

Aventé las pastillas que traía en una bolsa del supermercado y saqué las cervezas para aventárselas a los blandos.

Andy ni siquiera reaccionó ante el golpe, su cuerpo estaba arrugado como si hubiera pasado todo el día metido dentro de la alberca.

─ ¿No me vas a creer que acabo de ver?

Yo quería salir de ahí. Huir, antes que su discurso me alcanzara. Fue imposible.

─Ana, ¿recuerdas aquella pelusa en la habitación?

Aquella pelusa la había grabado en mi mente como una gran bomba que había destruido nuestro amor.

─Andy, deja de tirar saliva.

─ Esa pelusa había salido de tu rostro, Ana.

Yo no podía creer todo aquello que escuchaba. Si un hombre ya no quiere coger contigo, es fácil que lo diga, pero que te deje en la cama por una pelusa, yo no podía concebirlo.

─ Mira, Andy, sólo te traje tus pastillas y algunas cervezas, que Dios te bendiga y te ahogues en el agua de esa alberca.

Me di la media vuelta y salí por el mismo pasillo en el que entré. Andy corrió tras de mí y me alcanzó, sentí cómo su cuerpo mojado y arrugado por el agua se pegó en mi ropa.

─ No te vayas, quiero mostrarte algo.

─ A menos que no sea tu pene bailando sobre mí, no quiero saber nada.

Andy me cargó como si fuera un maniquí que se queda estático por la fuerza con que lo agarran. Yo no pude soltarme de los brazos de Andy. Me cargó hasta la puerta del patio de atrás.

─ ¿Lista? , ─me preguntó antes de abrir la puerta.

─ Deberías de tomarte todas esas pastillas y dejarme de telefonear, yo no seré tu mandadera.

─ De tu rostro, se creó este mundo Ana.

Andy abrió la puerta de un solo giro de la perilla y una luz enorme nos acabó los ojos.

En la casa de Andy, desde la cocina que daba a la puerta del patio trasero, se extendía un sin número de esferas, de donde salía un cúmulo de luces pequeñísimas.

Me quedé estática ante lo que vi frente a mis ojos, dentro de la casa de Andy, se había formado una galaxia entera.

─ Te lo dije, Ana, dentro de tu cara había un mundo.

Andy me tomó de la mano y caminamos hacia dentro de la casa. Yo, simplemente me quedé viendo todo lo pequeño que se hacía grande cuando se le contemplaba detenidamente.

─ ¿Ahora me crees?

─ Con todo el corazón.

─ El amor es toda una galaxia, nena.

Andy cerró la puerta y jamás volvimos a salir de esa casa.