Sunday, January 15, 2012

Carta para ED

Amores de Epístola
(borrador)
Isadora Montelongo


Mi Ed, amado y lejano:

Pienso en ti. Pienso en ti cuando la noche toca el suelo y se lo traga sin miramientos. Mis pies han desaparecido en la neblina. Floto hacia el bosque y te encuentro como se encuentra un árbol que se abraza para sostenerse y llorar. Las noches son agudas, y debo callar para poder escuchar tu voz lejana. No quiero vivir sin ti. No quiero, mi señor lejano. Sé que me porto como una chiquilla caprichosa pero, ¿quién puede sostener esta presión sobre un pequeño corazón de dieciséis años? Mamá me dijo el otro día, mientras hacíamos una visita en casa de la Duquesa, que no me comporto como una dama. Si ella supiera que no he sido ni si quiera yo desde que tú te marchaste, mi amado señor lejano. Ya no me interesa tocar el piano por las tardes, el té se ha convertido en un veneno que me desgarra el ser y la distracción en el vacío me ha hecho pincharme los dedos con el bordado. Soy un fantasma. No tengo apetito y los días se oscurecen a no ser por el graznar de los patos que se corretean entre los árboles a lo largo del jardín. Los árboles me llaman con una voz oculta.

No quiero preocuparte, mi amado Ed, pero extrañarte de esta manera me ha enseñado el rostro de la muerte. Tengo miedo. Una señorita no debería de expresar cosas tan impropias y oscuras como lo hago ahora mismo. Pero tengo miedo.

Mamá me mira constantemente, no la puedo engañar, sabe que esta fragancia amarga es por tu partida. Ha insistido en visitar estos días a la Duquesa y a su sobrino, dice que conocer al joven sobrino de la Duquesa me animará. Yo no quiero conocer a nadie. Yo sólo espero verte pronto, pero mi amado señor, no sé cómo. Sé que América te ha traído nuevas esperanzas y estoy ansiosa de ver esa mesa en forma de corazón que has construido para mí. Mi señor lejano, sólo el volver a verte me tiene fuerte como los árboles del bosque. Pienso en ti y el aire toma color, pienso en ti y yo vuelo hasta ti como las piedras del castillo te obedecen. Mi amado señor lejano, no te preocupes más por mí, sólo mira al mar y piensa en mí, como yo pienso en ti al mirar en la oscuridad del bosque. Mi señor, tú eres el árbol que sostiene todas mis hojas. Y yo sé que cuando miras los árboles de noche, te hablarán de mí, cómo ellos lo hacen de ti.

Un árbol me ha sostenido en sus brazos y sé que has sido tú, abrazándome desde la distancia. Yo tengo mi corazón en ti, mi amado señor lejano. Todo mi corazón. Dios cuide tus actos, y los míos, porque sólo las raíces de estos árboles me sostienen en este mundo.
No me dejes ir sin volver a verte.

Tu dulce caprichosa
A.