Sunday, December 18, 2011

1. Tengo chingos y chingos de jale (yei). Bueno...
2. No he leído, ya ni los panorámicos, porque no me acomodo en el tiempo. Así que: a) Me obligaré a leer libros de poesía y narrativa para reseñarlos y subir la reseña como un ejercicio después de la lectura de cada mes. b) subo esta reseña de Provocaré un diluvio, espero funcione el ejercicio que no sólo me obliga a leer, como cuando me obligo a leer poesía en la taza del baño muchas de las mañanas cuando no me quedo dormida, sino que a ver si contribuyo en cierta forma a comunicar las lecturas hechas y a ver si alguien se ánima a leerlos también. (Yei)
3. Testamento me cae bien, como que le daré un uso más chido, que sólo cuentos y comentarios pendejos, ahora también reseñas (yei). Igual no le quitan lo wey, pero pues bueno... jojo.
4. La escuela me gusta, ahora estoy viendo la onda del Federalismo educativo y la verdad, me da un miedo tremendo saber la cantidad de cochinadas y Reformas que han sustentado la Educación Pública en México, ahora entiendo el pensamiento de dos que tres generaciones que se han podrido. :(
5. Yo fui de las personas que decía: ¡Ah, pinches maestros huevones, nada más se la pasan rascando el culo y cobrando aguinaldos de tres meses!. Soy maestra en escuelas públicas. Creánme, muchas de las veces, salgo del segundo turno de clase, y sigo en casa, preparando clase, calificando, pensando en los chicos y reflexionando sobre ellos. Estar frente a grupo e impartir una clase, es algo que requiere de energía, hay días que no me siento en todo el día, porque pues no tengo salón y como trabajo por honorarios, no pertenezco a la SNTE porque no estoy sindicalizada y no soy aún normalista. Pero, veo a muchos compañeros y se chingan, bien bonito, se siguen preparando y no existe un pleito como otros, que también los hay, porque yo soy universitaria, he aprendido, sigo aprendiendo y lo que aprendo es que no sólo un maestro da clases, sino que se entrega. Al menos me ha pasado sin pensarlo, porque es fascinante entregarse a esos niños, cómo no, si piensas a dónde va este país y dan ganas de llorar. Pero también de sacar adelante algo luchando.
5. Aún no salgo de vagaciones (sigo en clases de la Licenciatura en la escuela), espero pronto, para escribir mucho, pero ando otra vez intentando acomodar horarios, para hacer o abarcar lo que pueda (Yei)
6. Felices fiestas para todos, luchemos por un alma limpia, por la educación, el conocimiento, la libertad y el prójimo.
La hermandad de las garras


Por Isadora Montelongo


Cuando tenía 13 años, yo sólo podía hablar del heavy metal desde el fondo de una pesadilla. Y es que mi hermano mayor, Juan, rondaba por los dieciséis años y comenzaba a debutar en las fiestas de sus amigos con un grupo heavy metalero que tocaba por cervezas, cuando les iba bien. Él ensayaba lo que podía por las tardes después de la prepa y todos los fines de semana. Todos los domingos, mi hermano, me despertaba a las 6 de la mañana y me obligaba a tocar algunos acordes que él mismo me enseñó para acompañarlo a ensayar sus requintos con una de sus dos guitarras eléctricas muy amadas. “Marilyn”, sino mal recuerdo, es el nombre de la guitarra que ahora yace bajo el polvo de la caja original donde venía cuando la compró.

Odié a “Marilyn” porque me cortaba los dedos con las duras cuerdas de acero, obviamente, odié a mi hermano, no sólo por eso, sino por las desmañanadas con la música del metal a todo volumen, que espantaban mi sueño, y luego, odié el metal por varios exnovios músicos en mi primera etapa de la juventud.

Pero con “Provocaré un diluvio” editato por Tierra Adentro, de Arturo J. Flores (alias Arthur Alan Gore) la música del heavy metal se une a la crónica literaria hermanándose como si fueran dos garras que arrancan cualquier vibrato al alma, dando testimonio actual a la música del metal en nuestro país.

“Provocaré un diluvio”, se divide en 32 crónicas que reflejan, sin duda, un estilo de periodismo de sensaciones cómplices (periodismo gonzo), que van del 10 de enero del 2009 al 8 de septiembre del mismo año, y que encierran en diferentes títulos el corazón abierto de sus personajes femeninos, que vienen a tomar con fuerza la escena musical dentro del género del heavy. Sólo por mencionarlas: Jane Bass, la chica de figura espigada, cabellos rojos y creadora y líder de Mystica girls; Sofia, la vocal que no duda en bautizar a la concurrencia con agua, saliva y voz, además del demonio que siempre deja salir en cada concierto; Alice, la chica menuda que se hace escuchar en la batería y Cynthia, alias blackcat o la gata, quien se encarga de las seis cuerdas de la guitarra a toda velocidad. Ellas, “las hijas de la noche” en “Provocaré un diluvio” te hacen navegar por los instantes desnudos de la convivencia, te acercan a los estigmas de la música del metal pesado y al hambre de días salvajes de cuatro chicas y su mánager quienes conforman una banda de heavy metal llamada “Mystica Girls”.

“Mystica Girls”, son sin duda, el corazón del mánager, quien es el narrador de esta crónica en primera persona, que nos presenta toda una serie de interdiscursividad, es decir, un diluvio de nombres, conciertos, ídolos virtuosos del heavy metal que caen una y otra vez a lo largo del texto como la potencia de los riffs de una guitarra electrizada. Es ahí, donde la crónica literaria y la música se unen, enlazando sus garras. (Y sólo por mencionar algunos títulos de esta interdiscursividad dejo con ustedes: “The trooper” de Iron Maiden, “cowboys from hell” de Pantera, “rock and roll” de Led zeppelin, “Lovecats” de The cure, , “you all want a single” de Korn, Judas Priest, Opeth, “Por piedad” de Luzbel, Angeles del infierno, helloween, etc. )

Haciendo de este libro una canción con solos exquisitos de instrumentos narrativos que golpean los sentidos, como se puede encontrar en cada una de las descripciones de los conciertos de Mystica Girls, que igual ocurren en el bar Yuppie’s en la zona rosa del Distrito Federal, donde dan vida a anécdotas inmortales, así como en los escenarios más diversos de Acámbaro o San Juan del Río, donde han pasado los sacrificios de hambre, falta de sueño, sexismo y bolsillos sin dinero, pero que a pesar de todo vale la pena, tan sólo por hacer música, heavy metal en México.

Ahora, muchos años después, que mi hermano se ha ido a Canadá y sólo toca cuando su mujer no está en casa, caigo en cuenta y comprendo la pasión incendiaria de un hermano mayor, quien se levantó todos los domingos a los 16 años a transmitirme el gesto de hermandad por la música del heavy metal. “Provocaré un diluvio”, debo aclarar, no es sólo un libro para los lectores amantes del heavy metal, sino para todos, incluso para los ignorantes como yo de la música, que nos hace falta que nos digan un: ¡Edúquense weyes!, como diría Cynthia, alias la Gata en una página del libro.

Gracias a Arthur por educarme con este libro.

*El libro lo puede encontrar en Monterrey en la Casa del Libro de la UANL (Padre Mier, esquina con Vallarta)