Wednesday, April 06, 2011

1. Como soy un ente que al contacto humano traigo contagio y desesperación, pues no fui a la lectura de "Dicen que estoy Loco" y no pude leer este cuentillo, así que aquí va:


Vinicio, cuerpo en espíritu




“Lo grotesco es un signo

de genialidad”

Victor Hugo

“(lo grotesco) Reproduce la naturaleza

en su manera de obrar ”

Arniches
(cuentillo del año el caldo, cuando mis neuronas estudiantiles funcionaban y hacían lo suyo: pensar y viborear)


En todo el lugar se escuchaban los gritos de los compañeros de Vinicio, presentían la llegada de un nuevo huésped, la presencia del nuevo personaje era indescriptible por los pasillos, todos y cada uno hasta el soberbio Vinicio sentían que era alguien especial, se asomaban por las rejas de sus habitaciones tratando de verle pasar, algunos le vieron como “el verdadero” del que por los siglos de los siglos se ha hablado. Extendían sus manos para tratar de tocarle con el hecho de ser bendecidos por sus harapos; sin embargo Vinicio comenzó a gritar aplastando el momento de la llegada del “nuevo”, quien con su cabeza en alto y sus ojos tiernos era admirado por todos los residentes del manicomio.

Vinicio como siempre comenzaba sus discursos, pero esta vez exaltó la voz un poco más de lo acostumbrado, todos se relajaban en sus respectivas camas y aquél decía:

- Júpiter complace la dicha con nosotros, ha puesto tres cuestiones en este día, muy importantes para todas las criaturas vivientes y no vivientes, pero que existen y son celosas de las que viven, me ha comunicado en primer lugar que... todos comenzaron a aplaudir sin que Vinicio pudiera decir las dos primeras noticias, obligándolo a decir la tercera y última más importante que las demás... bien, bien, bien, les decía Vinicio; la tercera es una situación incomoda para mí. Me ha informado el mensajero de Júpiter que hay un impostor, alguien que nos perjudicará y hará que caigamos en pugna al intentar destrozar nuestras costumbres y entre una de ellas, la más importante. Todos comenzaron a llorar y a alborotar el ambiente del lugar; los celadores se percataban de lo sucedido y comenzaban a arrojarles chorros de agua, aquéllos ante la imposición de los chorros, lloraban a un más; sin embargo controlaban su llanto convirtiéndolo en sollozo. Vinicio comenzaba a gritar ante lo que temía: ¡San Isidro Labrador, quita el agua y pon el sol! ¡San Isidro Labrador, quita el agua y pon el sol! ¡Santa Bárbara bendita, Santa Bárbara doncella, líbranos de un rayo y de una centella!. Misteriosamente el agua dejaba de brotar enajenada por las mangueras y Vinicio descansaba de orar a gritos y les decía a todos que él era quien los protegería de todo lo que pasara y pasará:

- ¡Yo soy su salvador!, recuerden eso. Al pronunciar la última sílaba, el hombre recién llegado, ya desde su celda, le cuestionó con voz tranquila:

- ¿De qué los has salvado?

Vinicio le contestó que del agua y el otro siguió:

- ¿Acaso el agua no es una bendición?, tú mismo has pedido el sol, pero de que te sirve sin el agua. Sol y agua elementos divinos para la siembra de las semillas y para el alma de los hombres. Además tú no has parado el agua, lo que te ha hecho ese favor es la falta de pago de recibos de tan afortunado servicio de la urbe.

Ante aquella irreverencia Vinicio presentó un color ruborizado del más intenso coraje que nunca había sentido, calmó su ímpetu y olió lo que pretendía “el nuevo”, comenzó a llamar a todos los demás, pensó anticipadamente en controlar las posibles reacciones de sus compañeros ante lo escuchado, respiró profundamente para luego decirles que era necesario hacer el rito acostumbrado, aquel rito que se negarían a abandonar por el impostor que vendría a levantar pleitos entre todos. Se comenzó el rito. Todos en posición de cuclillas comenzaron a pujar desde sus adentros, despedían así el aroma del nuevo ser; todos sentían las contracciones, la paz, la calma que el cuerpo puede otorgar a almas tan necesitadas de paz como la que tenían ellos cuando el rito; ya despojado el nuevo ser, lo tomaban entre las manos y Vinicio los bendecía desde lejos, después los colocaban fuera de las celdas. En los pasillos se podía apreciar el símbolo de liberación de aquellos sujetos que indudablemente se reflejaban en sus creaciones. La libertad de las almas de los hombres, comenzaba Vinicio, es posible gracias a Dios Nuestro Señor, a quien le otorgamos este nuevo ser... interrumpía nuevamente el otro sujeto:

- ¿A qué se debe esta clase de ritos, para qué te sirven Vinicio?

- A mí no me sirven en nada, a Nuestro Padre es al que le otorgan una gran satisfacción, con tus preguntas y tus palabras lastimas las heridas que uno mismo se ha creado, la herida más profunda es la que se hace uno con sus propias palabras, no blasfemes, ¡Padre perdónalo, no sabe lo que dice!.

- Te refieres a que por mis palabras incrédulas hacia tus costumbres y creencias, me lastimo a mí mismo; pero cómo me puedo lastimar a mí mismo en lo que no

creo. ¿Te has preguntado alguna vez del por qué estás aquí?

- Estoy aquí porque El Señor así lo ha decidido.

- Entonces no recuerdas nada. Yo te platicaré del por qué estás aquí: Desde el momento que entré aquí, te reconocí de inmediato por ello hice caso omiso a tus insultos sutiles, sabes a que me refiero, a tu discurso corporal, en fin, te conocí en una Academia de Filósofos en donde fuiste uno muy destacado, (todos comenzaban a gritar y Vinicio los calló, por el interés que le provocaba la conversación) caíste en una depresión por el exceso de trabajo y las circunstancias adversas en las que te encontrabas. Todo el mundo se te había hecho una masa amorfa, una concepción insípida de la naturaleza, las aberraciones religiosas siempre fueron nulas, mas no pudiste sostener tus ideas personales ante un grupo de filósofos y argumentabas cuestiones totalmente subjetivas que no se podían verificar dentro del contexto al que te llevaron los otros y la muerte de tus seres queridos ante la corrupta injusticia, fue lo que te arrastro a sembrar más de tu pesimismo, convirtiéndolo en una agresión contra ti mismo; así la depresión te llevo a un último estallido de lucidez vengando con mano propia todo lo que no pudo concebir tu calma y sensatez en aquel tiempo. Sé que recuerdas los detalles de todo, sé que no es necesario que te describa ya lo que te trajo a aquí, sé también que te preguntarás el de mi llegada y sólo puedo decir que equivocadamente admiré más tu imagen que a ti mismo y sé que sabrás que hacer después de todo lo que has escuchado.

Apenas aquel compañero de Vinicio acabó de hablarle a él de sí mismo, los celadores lo llevaron a otro lado, dejando atrás la cara de Vinicio pensativa y llena de dudas; sin embargo Vinicio gritó: ¡Ven él llegó aquí como lo dijo Júpiter y trató de sembrar la peor pugna entre nosotros, la duda, más dijo una gran verdad sin saberlo, nadie es nada sin su pasado y yo les digo que ahora que lo tengo, soy y soy cuerpo en espíritu! ¡Vamos a hacer otro ritual para despedir a nuestro compañero!

Todos se pusieron en cuclillas y comenzaron...