Wednesday, November 10, 2010

CAVILACIONES DE CABECERA EN 15 MINUTOS DE SIESTA

Decía un filósofo, no recuerdo quién. Pudo haber sido Cioran, o alguno de su envergadura: “La primer violencia la proveen los padres” gran verdad, pero, también debió añadir que, la primer droga, la proveen los padres. Entiendo droga por aquella sustancia líquida, sólida o aerosa, legal o ilegal proveniente de la naturaleza  vegetal o animal. No hay mucho qué decir al respecto; ya que las drogas, se nos han presentado de diferentes maneras a lo largo de la vida. Recuerdo aquella abuela y madre que le pedían a mi mejor amiga de infancia que fuera por una cajetilla de cigarrillos Malboro al depósito de al lado de su casa, y habiendo cumplido el mandado. Mi amiga encendiera el primer pitillo a la abuela, mientras ésta se sobaba las piernas reumáticas con un aceite que contenía mariguana y otro menjurje.  Mi amiga aprendió a fumar a los 10 años.  Yo a la vez, tomé mi primer trago de cheve a los seis. Papá le puso sal y limón y yo me lo zampé como endemoniada. Ahora soy alérgica a la cerveza, me provoca una reacción de asfixia y salpullido. Resistol, plumones con un fuerte aroma a no sé qué diablos, mariguana, etc, etc, son drogas que tienen un uso de placebo para muchas personas. La educación aquella que mi amiga y yo recibimos de pequeñas, fue la misma que mi madre o padre recibieron de pequeños. A mi madre, también le dieron alguna droga, alguna vez de pequeña comió peyote, cuando sus padres no tenían más que tortillas y chile para darles. Una generación tras generación. Una educación enfilada que ahora se ve alterada o subrayada en la guerra del narcotráfico.  Qué exagerada, ¿no? Pero lo veo desde este punto: Calderón le declara la guerra al narcotráfico, al consumo, a la venta, a las rutas donde pasan miles  y miles de kilos de drogas ilegales, al sistema de organización de las cabecillas de narcotraficantes, declara está guerra que va dejando un charco de sangre, esquirlas, balas, violencia y temor a su paso. ¿Por qué no declararle la guerra a la ignorancia y a los sistemas débiles y fútiles de la educación pública? ¿Por qué no declararle la guerra a la pobreza y a la desigualdad de riquezas? ¿Por qué no declararle la guerra a los salarios risibles que provocan familias desesperadas, muertas de hambre y difícilmente unidas a un sistema de  ética?  La respuesta es una larga asociación de muchos factores, pero de un único factos que se conoce como parte de estudios ontológicos: El todo. A México se lo lleva la chingada guerra del Narcotráfico que apenas, en mi opinión, comienza. Pero ¿quién se beneficia de esta guerra, donde cada vez más se compran más armas, se pasan como galletas en las fronteras? No hay guerras pendejas, porque siempre hay un lado que se hace más rico. Lo que sí. Es que cada vez más se ve al ser humano involucionar pendejamente, pero con un arma larga en las manos, dando de bala.  Continuará...