Saturday, May 22, 2010

Eres para mí

Isadora Montelongo



Este minirelato lo he hecho ante la feliz idea
de poder ir al concierto de Julieta Venegas,
quien siempre me inspira con sus frases y sus
rolas, de las cuales he tomado frases, que escuchaba
mientras hacía el texto. Mis 20 minutos al despertar.
Hoy 22 de Mayo de 2010



La conociste en un burdel, con su acordeón pegado al cuerpo y la música en sus labios. Te detuvo el tiempo con su mirar cansado y la falta de credibilidad en el amor. Cada viernes, después del trabajo, te sentabas en la mesa frente al escenario, esperando que dejara caer un lánguido oh oh oh oh, sobre tu cara y el vino que levantabas de la mesa al quererla saludar cuando rociaba su mirar en ti.

No lo intentes, busca tu felicidad en otro lado, coreaba saliéndose de la letra de la canción original. Era un mensaje, al que no querías reconocer cada que te regresaba la flor que le enviabas antes de marcharte de aquel burdel.

Aguijonaba con sus dedos el teclado del acordeón, como cada que tu ibas a verla, como si se tratara de tu pecho colgado al de ella que no dejaba de tocar con la yema de sus dedos.

El tiempo lo dirá, pero esa mujer, estabas dispuesto a que llegaría a tocarte una canción completa con el ritmo de su acordeón.

De debajo de su lengua, tenía todos tus besos, de debajo de su canto, tenía todos tus alientos, de debajo de sus ojos, tenía todos tus brindis de amor y felicidad y de debajo de su acordeón, tenía tu corazón.

Lo que estaba vacío se llenó, dime si te hago suspirar… cantó con un cambio en sus ojos, que por fin ya no sólo miraban alrededor, sino a la mesa de cada viernes donde te solías sentar.

Saliste muy feliz de aquel bar, y por primera vez aceptó una flor que vendía una que otra fichera del lugar. Esperabas volver al siguiente viernes para bien o para mal como cantaba ella.

Es aquí donde quiero estar, te decías, mientras imaginabas que ella bajaba del escenario y te daba un largo beso con la dulce frase que siempre quisiste escuchar: Lo que pidas. Sólo que no te vayas nunca.

Llegaste al lugar entusiasmado y ante las puertas del lugar, unas cuantas bandas de clausurado, terminaron con el cantar de un acordeón y una buena historia de amor.