Saturday, September 18, 2010

Un cumpleaños como todos

Por Isadora Montelongo
Dedicado a Pablo Antunez, poeta Duranguense
p a _V_ l o dice (12:29 p.m.):
jajaja orale
oye Isa, tu vida y tu forma de ver las cosas son como escribes en tus cuentos?
Tarde dice (12:31 p.m.):
pues sí, no
o cómo?
jajaa
pues yo creo que sí
en parte
no?
Tarde dice (12:32 p.m.):
me repites la pregunta parafraséandola, porfis?
conversación vía msn 18 de Septiembre 2010



Chica con tatuajes ve el televisor, un programa de reality show pornográfico, donde unas gordas saltan desnudas, compitiendo a quien le bailan más los abombados senos, mientras su chico está en la otra habitación, fuma un cigarrillo con mariguana y habla y habla solo interrumpiéndose en su propio silencio.

Una visita llega, y trae un rollo de canela para festejar un cumpleaños, comen y ven juntos una película gore recién comprada de una oferta en el barrio chino, de 20 dlls por 5 películas japonesas. A los chinos, no les gustan los japoneses, dice el chico.

Mete sus dientes hasta dentro del pan, muerde, ríe y conecta el dvd: Una chica corre, envuelta en sangre, un sujeto con los ojos grandes, venosos, le persigue por pasillos húmedos, oscuros, enlodados con una vara, golpea donde pasa, corre arrastrando un pie, deforme del rostro, diferente, la chica corre, corre, corre. Aprieta los ojos.

Él la alcanza.

La lame en su sangre, la tienta con los dedos grandes y duros.

La despelleja, quiere conocerle.

El chico que habla solo, va por algunas cervezas, le ha dado sed. La chica con tatuajes y la visita del rollo de canela, conversan de drogas, tatuajes, música, alcohol y sexo.

El chico anda con mirada perdida, con la boca semiabierta, seca, con unas ganas de saborear, con ojos ajenos a su espalda, que le miran, que le inyectan el miedo y la curiosidad ajena.

El chico se mueve lento por los pasillos, viendo las etiquetas de las botellas con sus ojos rojos, una señora de cabellos largos con una niña de la mano, lo ve, se fija en él, lo mira como si le estuviera huyendo como en la película gore. Él la siente, la detecta y la ve estirar a la pequeña para protegerla de su lado, donde él no la pueda ver.

El chico se molesta. Ni que fuera el hombre persiguiendo a la aldeana japonesa. No alcanza a ver el precio de las cervezas. Se dirige con el paso pausado, flotando a la fila donde el cajero.

La señora delante de él, en la fila, lo mira, ajeno, raro, distinto, de miedo, y se retira, dejándole el paso libre. El chico habla solo, el chico habla y habla, se dirige a la señora y comienza a lanzarle una mirada con sus ojos rojos: A los chinos, no les gustan los japoneses, porque se ven diferentes. Concluye, pregunta el precio de las botellas al cajero, paga y se va, ligero, fumando por la calle un cigarrillo con marihuana hasta llegar a su casa, con la templanza de abrir sus cervezas y continuar viendo gore.

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