Sunday, May 03, 2009

Marìa Montelongo



La apuesta se hizo fuerte, Jeny había dejado la blusa en la mesa y Solis sólo esperaba quitarle la falda. La noche era tan larga como las medias de ella. La conoció en ese bar donde uno puede pasar los dìas enteros sin darse cuenta cuàntas cervezas se ha bebido o cuàndo comienzan las peleas y la sangre siempre cae del rostro como un consuelo. Solis, le invitò un trago, y ella le dijo que su mujer la había dejado. Sì que eres muy guapa para ser tan lesbiana. Jeny retó a Solis a que no la encueraba con todo y que se creìa uno de esos machos que se creen capaces de comer todas las chochas del mundo en una sola lamida. Èl pidiò esa mesa apartada de todo, donde la mùsica del lugar llegaba como la punta del látigo de un encapuchado sediento y encarnizado. Veràs que no extrañaràs a tu exmujer...


Las cartas comenzaban a caer sobre la mesa, el alcohol se iba sirviendo continuo como una lìnea larga en la autopista. Solis perdìa otra mano, Jeny era muy buena, habìa pasado toda su juventud trabajando en un casino, donde vio por primera vez a su exmujer, una Diosa quien sòlo tenìa ojos para el dinero. Te toca la camiseta y las botas, Ella, lo desvestìa con una flor imperial o una mano de azes. Jeny, le había apostado el ano, y èl tendrìa que pagar su apuesta con lo mismo, si perdìa. ¡Te has acostumbrado a tomarlo todo, ah!, tal vez por eso tu exmujer te ha dejado. Jeny, callada dejaba que Solis, terminara de echar su veneno: mediamujer, intento de macho, culo estrellado, y una sarta de frases que se dicen cuando se està perdiendo en el juego. Tal vez tu exmujer te ha dejado porque lo que en realidad necesita era un verdadero hombre.Los pantalones y hasta los calcetines le había quitado.


Solis fue con ella al motel de a lado del bar, el rostro salpicado de sudor, la adrenalina en sus ojos pequeños. Èl pensaba, quièn se creìa esta lesbiana para venirle a partirle el culo, nadie se habìa atrevido antes, y no habría una primera vez. Solis planeaba entrar al cuarto del motel, embosacarla y llevarla directo al suelo, la embestirìa como lo hace un lobo con una gallina. Tremenda funciòn que aquella lesbiana jamàs olvidarìa. Jeny abriò la puerta y èste la sujetò tan ràpido que no se dio cuenta que habìa alguien màs en la habitaciòn. Te gustan las apuestas fuertes, detonò una voz, una pistola le partiò el cràneo. Te dije que mi mujer me había dejado... bastardo, la parte de la apuesta y la mano para las cartas, porque mi Diosa sabe que soy buena; mientras ella, recostada como Diosa, con la pistola en la mano esperaba en el cuarto. Solis, tendido, con sus piernas desnudas y duras como las de un cangrejo, se dejó cumplir la apuesta.