Tuesday, June 12, 2007

Tan fría y tan corta, tan ardiente y tan larga como noche de verano. En ocasiones así son mis besos. Si la infidelidad me retara, qué cosas no diría. Diría, lo que una noche fue de un foco rojo en el techo, lo que unas pesas de hombre en el suelo y un párpado en la oscuridad. Como ha sido un padre nuestro para mí, ahora cae en el consciente ateísmo, porque dejo de rezar la infidelidad:
Y para a quien le sirva dejo mi rezo, mismo por el cual nunca dejan de llover aventuras eróticas, apasionadas y mamadas, aquí en tierra regia o en cualquier parte del mundo, para a quien le sirva se lo dejo, porque ahora sé que no lo necesito:
Espalda que terminas en el cielo,
Permíteme decir tu nombre,
Abajo,
Arriba,
Mirada, aliento que estira y respira,
Haz tu voluntad.
Tanto adentro como afuera,
como suave como duro,
bebe el pezón, que beberé de tu calentura,
dame, tan tan tan tan tan tan
así.
Que se me olvide tu nombre, antes de conocerlo,
Que si amanece abriendo los párpados, que
La cogida no reclame en amor,
en la noche, en la tarde, madrugada o mañana,
que seas más que una quinta revolcada, que seas
la sexta para presumir casi casi semana inglesa.
Y que nunca bese tu boca, para jamás recordarte.
Porque eres calentura, calentura,
y sólo calentura.