Sunday, July 16, 2006

Noche 1

Tenía un pedazo de chicle de menta y un boxer completamente cómodos con una happy face, bajé a ver si habían dejado pollo frito y algunos pedazos de nuggets. Eran las doce de la noche, el vecindario suele quedarse callado desde las 10, vivo con los viejos a poco más del cuarto de siglo y sigo pensando que es un buen vecindario de burócratas veteranos y maestros de la SEP. La luz del refrigerador es como uno de esos foquitos de navidad, comienza a parpadear cuando más concentrada estoy en la búsqueda de algún trozo de carne o queso. Los viejos devoraron todo trozo de pollo y yo ya me veía sin probar si quiera un nugget. El foco, dejó de parpadear para introducirme en la total oscuridad de la cocina, pinché el switch de la cocina y no había luz. No suelo caminar a oscuras a menos que trate de asustar a alguien en su cumple o en un ataque sorpresa de furia sexual. Tiré el chicle de menta y me rasqué cómodamente por arriba del boxer, dejé de rascar, cuando aun sentía la sensación de la mano que a penas y toca por debajo de la cintura de la nalga, luego sentí sin poder moverme fríamente una presión en el pecho, topé con la pared completamente fría, creo en los cadáveres, esos que se levantan y como un ejército de mil soldados caen y traspasan tus huesos, en mi bruscos movimientos, ni siquiera grité, no suelo hacerlo cuando Paolo se queda en casa y lo hacemos en la sala, unas manos que jalaron la happy face, dejándola en el suelo, del miedo pasé al goce, las manos que sentía me derribaron por las caderas, una piel rugosa me abrió las piernas, era un cadáver, ese invisible ser que en la oscuridad me agitaba más. Y por fin, mis piernas habían quedado de lado a lado, una noche con el diablo, me ha tatuado un olor a menta y una happy face, que busco a media noche cuando bajo a comer nuggets de pollo.