Sunday, July 02, 2006

Y L me besó, ya no iba a ver su figura, vi cómo se fue hacia el sur de la estación de Bloor. Y yo quise ser otra, quise ser un él, que la quisiera, para que me quisera.
Y le dije ¿quiéreme, quiéreme? por teléfono y se freakeó. Contó el amor, y así no se puede.
¿por qué a la gente le molesta que la quieras? Siempre hay uno que quiere más que al otro. Eso se llama embonar.

Para fondo de piolín con metralleta disparando a un corazón sangrando, de por sí.
Juan me decía que mirara hacia fuera de la ventana, yo sólo veía una tormenta de nieve. Y no me importaba, estaba aprendiendo a bailar como iraní. El movimiento de las manos es para atrerlos, ellos, no te pueden tocar, sólo te cortejan, se acercan a ti y te sonríen coquetamente, mientras uno mueve las caderas calidamente. En el tango, ellos te tienen, te aprisionan con un brazo y te arrastran en una suave declinación hacia sí. Yo bailo salsa y me río todo el tiempo, entre vueltas, me río, como niña pequeña y me encanta. Y en el baile soy cortejada con un aliento caballeresco y en el tango he sido tomada y vuelta a ser y en la salsa yo me río y soy feliz entre volantines. La danza, decribe más que los mitos, más que el de la vida, donde los placeres se unen, donde la piel, el esqueleto, el aroma, el gesto y la intención se cruzan para hacer el amor en vertical. Y no me aman, hasta que bailan conmigo.
Estaba dentro del muro de Berlín, era enorme, había habitaciones destruidas, asechaba el mal olor, el que solo la humanidad tiene. Y ese chico quería arrojarlo, pararlo, tumbarlo, destruirlo. Yo sólo quería pisar tierra, salir de ahí, dejar de olfatear la podredumbre. Ambos estábamos en alto, viendo hacia abajo. Y luego, quise que el muro jamás fuera destruido. La podredumbre debajo del muro, era más que la de arriba de él.