Tuesday, December 13, 2005

Cada quien nace con su propia Babilonia


Cada quien nace con su propia Babilonia. La mía se ha vuelto un Cristo callado y crucificado. No oigo idiomas, no oigo la floritípica voz de Argelia, no oigo el esquelético sonido de papá, no oigo cantar a la ciudad del Norte, no oigo chillar a las amigas ratas. Oigo desde el subsuelo el murmullo de mi propio pedestal, mi lengua yace expandida y callada, estoy mutando. Mi lengua se bifurca y habla en dos pensamientos sin voz. Babilonia ya no me habla, ya no me llama, ya no me dice nada, sólo me traduce el silencio. El Cristo que muere. El recuerdo de la cruz que se va silenciando.